Enrique Peña Nieto

La última etapa del gobierno de Enrique Peña Nieto, a muchos da (con y sin fundamentos) la capacidad de valorar qué fue lo bueno y lo malo que contó durante todo el sexenio. Siendo que, desde el quinto y hasta el sexto año, la administración federal prepara el momento de cierre de gestión, donde habrá que contar qué proyectos se lograron consolidar, cuáles quedaron a medias o qué otros ni siquiera se emprendieron, quedando en el olvido.

Durante fechas pasadas, hemos sido testigos del proceso entrega-recepción en las reuniones de trabajo entre Peña Nieto y el candidato electo, Andrés Manuel López Obrador. Uno de los asuntos más importantes a observar es la capacidad que tendrá EPN para cerrar los procesos más importantes de su administración, cuando lo ideal sería propiciar un contexto sociopolítico que facilite la entrega-recepción, así como el arranque de la nueva gestión.

Puntos buenos

Si algo hay que rescatar de lo bueno del gobierno de Enrique Peña Nieto, son las reformas estructurales, a pesar de que con ellas no se han obtenido resultados a corto plazo. Un ejemplo claro es la reforma en telecomunicaciones, que actualmente ya cuenta con factores positivos al haberse eliminado el pago por realizar llamadas a larga distancia, sumado al momento de la competencia libre y la reducción de los precios de los servicios de comunicación que utilizan cada vez más número de mexicanos.

Por otro lado, se considera que la más relevante de las reformas estructurales, que proporcionará resultados favorables a largo plazo, será la reforma energética, misma que llegó después de 75 años de haber estatizado esta actividad económica.

En materia de educación, algunos expertos mencionan como ‘bueno’ el plan de elevar la calidad de la educación a través de la evaluación a los maestros. Además, en el gobierno de EPN se presentó un modelo educativo con nuevos programas de estudio y una estrategia nacional que incluye la implementación del idioma inglés en las aulas.

En el ámbito internacional se ratificó el Tratado sobre Comercio de Armas, que busca dar solución al tráfico ilícito; por otro lado, el Tratado para la Prohibición de Armas Nucleares, con el que se logra dar continuidad al activismo mexicano.

Finalmente, los analistas coinciden que otro punto destacable y positivo es el énfasis que se ha dado al turismo, convirtiendo a México en la octava potencia turística mundial.

Puntos en contra

Basados en las encuestas que varios periódicos nacionales han mostrado en sus páginas, Enrique Peña Nieto aparece como el mandatario peor evaluado en las últimas dos décadas, esto manifiesta la desaprobación de la mayoría de la población. Recordamos entonces los recurrentes escándalos en los que se ha visto involucrado, los cuales solo han servido para seguir socavando su precaria imagen pública, ejemplo de ello el caso de La Casa Blanca o el plagio de su tesis de licenciatura.

Y si nos vamos más a fondo, si nos fijamos en su equipo de trabajo, encontramos la actuación reprobable de los gobernadores (sobre todo priistas), tales como Javier Duarte, en Veracruz; Tomás Yarrington, en Tamaulipas; Manuel Velasco, en Chiapas; los hermanos Moreira, en Coahuila; Eruviel Ávila, en el Estado de México, y Roberto Borge, en Quintana Roo. A ellos se les adjudican situaciones como la violación de derechos humanos de periodistas, nexos con el crimen organizado, corrupción e incremento de deuda pública; se trata de casos de ingobernabilidad que han llevado al país a padecer altos índices de violencia en sus entidades.

No olvidemos, la marca que ha quedado grabada en el currículo de Peña Nieto, la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero. Un caso sensible que se mantiene sin resolver, donde los culpables son escasos y la ‘verdad’ sigue sin convencer a nadie, poniendo en evidencia la severa crisis de derechos humanos que se vive en México.

El gobierno de EPN se ha caracterizado por los pocos resultados demostrables en materia de seguridad o en materia social; donde poco se ha logrado en el combate a la corrupción. Claramente, la estrategia de Peña Nieto deja mucho que desear porque percibimos y vivimos más violencia, a pesar de que se han capturado capos de la droga y delincuentes no alcanzamos un poco de paz, el panorama de nuestra ciudad se ha definido por la inseguridad y delincuencia.

Luego, con la llegada de Donald Trump al gobierno de los Estados Unidos, en noviembre de 2016, la economía mexicana que ya se encontraba en un punto difícil se instaló en un momento más complicado, donde los indicadores que demuestran dichas dificultades son:

  • El promedio anual del incremento del PIB de 2.02%.
  • El precio de la divisa estadounidense, que rebasó la barrera de los 20 pesos.
  • La venta de petróleo en 100 dólares el barril, cuando al principio del sexenio fue una de las estrategias más importantes del gobierno federal. La radical caída de este hidrocarburo tuvo por su parte dos impactos importantes: el descenso del gasto del gobierno federal y la crisis de las zonas petroleras del país.

Como dato adicional, hay que recordar que en los últimos sexenios la constante en México ha sido que los presidentes salientes dejen al país lastimado, endeudado, desmotivado; con huecos, asuntos escondidos y sin resolver, entonces el gobernante entrante se topa con enormes dificultades para el comienzo de su mandato. De ahí la importancia de analizar qué cosas buenas y qué cosas malas contamos para el gobierno de Peña Nieto, porque todo cuenta.

 

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