Actualmente, México ocupa la posición 135 en los parámetros de corrupción a nivel mundial, sólo por debajo de seis países africanos, cinco del Medio Oriente y desde luego, en América Latina, de Venezuela.
Es considerado una de las economías más poderosas de América Latina. Por otra parte, países como Argentina, Costa Rica, incluso Brasil y Colombia presentan índices muchísimo más bajos en cuestiones de corrupción e impunidad.
¿Será que el sexenio que está por terminar dejó sumamente dañado al país en cuestiones de economía, desarrollo y reformas? Después de un saqueo de millones de pesos, orquestado por varios funcionarios del PRI, y una deficiente toma de decisiones por los altos mandos, sólo queda una impagable deuda externa, una inflación pronosticada del 27% y una nombrada ‘mafia del poder’ imposible de exterminar.
La pregunta es: ¿López Obrador de verdad tiene la capacidad para acabar con la corrupción, la pobreza y los problemas económicos del país?
Hasta la fecha, el candidato López Obrador se jacta de que será siempre un presidente honesto, que pondrá en práctica un plan de austeridad y de transparencia en los servidores públicos, incluso que suspenderá la pensión a los expresidentes; que si bien no supone un gran ahorro o cambio en la economía del país, es una propuesta capaz de llenar de esperanza a los ciudadanos menos desfavorecidos.
En cuestiones de corrupción, transparencia y rendición de cuentas, AMLO planea eliminar a todas las empresas fantasmas y dar transparencia a las licitaciones públicas que tienen el objetivo de contratar proveedores del sector privado, lo cual ya existe, pero no es algo que se haya puesto en práctica durante el sexenio pasado; es más, la ausencia de dicha medida propició las triangulaciones con universidades y empresas fantasmas para desviar millones de pesos del erario.
También, tiene en la mira el desarrollo de los jóvenes, AMLO tiene planeado crear un programa social que ayudará a ese sector poblacional que no estudia ni trabaja, con un plan de becarios para que tengan oportunidades de estudiar y trabajar: ‘becarios sí, sicarios no’.
Para financiarlo, nuevamente hace alarde de su combate contra la corrupción, la cual dejó un déficit de 500.000 millones de pesos al año; con esa recaudación, AMLO podría cumplir su compromiso, según él. Eso sí, siempre y cuando cumpla ‘su sueño’ de eliminar la corrupción de tajo.
No obstante, muchos expertos en economía discrepan de los intentos de financiamiento de López Obrador, ya que la única forma de llevar a cabo varios de sus programas sociales, sería elevando la recaudación fiscal, cosa que él jura no será una opción en su gobierno.
El líder de Morena se ha abanderado como héroe de la nación y fiel combatiente de la nación; la gente confía en él o simplemente tiene la esperanza de no seguir empobreciéndose más, ni vivir de las sobras de los fallidos programas sociales de Sedesol.
Sin embargo, este defensor también ha tenido sus deslices con la corrupción o al menos hay fuertes sospechas en su contra, sólo que con el paso del tiempo, se olvidan. Uno de los más sonados fue cuando estuvo como Jefe de Gobierno en la Ciudad de México, ahí enfrentó un proceso de desafuero por desatender una orden judicial que le impedía construir en un terreno expropiado.
Se especulaba que la acusación era más que nada para evitar que fuera candidato presidencial y finalmente se retiraron las imputaciones. Es importante señalar que lo más grave fue cuando tres de sus allegados políticos, René Bejarano, Gustavo Ponce y Carlos Ímaz, fueron acusados de lavado de dinero y corrupción.
Después de haber sido procesados y pasar un tiempo en la cárcel, se rumoraba de su unión a la campaña de AMLO; aunque sólo Bejarano lo admitió públicamente en un mitin, mientras que de los otros dos no hubo pruebas contundentes.
Para acabar con la corrupción hace falta más que puras buenas intenciones, hasta ahorita, AMLO menciona que va a acabar con la corrupción pero nunca dice cómo, y no nos referimos a quitar o poner leyes, ni a reforzar los procesos de transparencia, hace falta plantear todo un sistema anticorrupción en el cual no participe la clase política.
Quizá, la sociedad civil es quien deba ocuparse de ello, por medio de un plan de vigilancia y transparencia, porque volver a confiarle a un político la integridad del país es poco viable, ya que no es para nada una posibilidad que la clase política renuncie a su impunidad y por ende a sus privilegios.
Por otro lado, al parecer la cultura para los candidatos presidenciales no es un tema relevante, ya que poco han dicho al respecto. Tal vez desde ahí debería comenzar el señor Obrador y demás políticos, pues la cultura es un elemento clave para la evolución y prosperidad de una sociedad.